Travesuras de la niña mala, Mario Vargas Llosa


Como todas las grandes novelas, ésta también es de las que se finalizan de madrugada.

Los ojos ardiendo por la búsqueda del desenlace final en la minúscula letra de la edición de bolsillo, el cuerpo cansado por el día de trabajo, y la mente desvelada, inquieta, enfrentada al sueño que la vence. Como en todas las grandes historias.

Hace bastante tiempo que no leía nada del señor Mario Vargas Llosa. Su firma estrella en un manifiesto contra mi otra lengua, el catalán, me hizo marcarlo con una equis inmensa cargada de frustración, incomprensión y resentimiento. ¿Cómo un escritor de su talla podía firmar cualquier papel, por insignificante que fuera, a favor de una lengua y en contra de otra u otras, de culturas milenarias como mínimo iguales a la castellana, lenguas en las que han escrito Rosalía de Castro, Ramón Llull, Martí i Pol, Monzó, Pedrolo, o Sànchez Piñol, rebajándolas al rango de "autonómicas"? Todavía hoy no lo sé, ni lo comprendo, ni lo comparto. Sin embargo me di la oportunidad de separar al señor intolerante, derechón exacerbado, nacionalista español añorado de la época franquista, del escritor Don Mario Vargas Llosa durante una escala infinita en el aeropuerto de Miami, y fue una gran decisión.

En cada página de la novela, sin ser de las más representativas ni su mejor obra, rezuma talento. La facilidad que tiene este hombre para narrar es insólita y envidiable. Sin ningún tipo de esfuerzo (aparente) relata una vida completa. Bueno, en realidad, dos vidas completas, la de Ricardo Somocurcio y la de la “niña mala”, cuyo nombre prefiero dejar en el anonimato respetando las líneas trazadas por el autor.

Una vida, la de Ricardo, insípida como una torta de arroz. Un miraflorino (un habitante de Miraflores, un barrio burgués de Lima que se asoma al Pacífico desde la misma altura con la que mira al resto del país), que se enamora “como un becerro” de la tipa más falsa, fría, egoísta y ambiciosa que se pueda describir.

Una búsqueda tras la felicidad que cada uno de los dos personajes principales ejecuta con total disparidad. Ricardo tras un ideal sencillo, vivir en París, al precio que sea, sin más aspiraciones que ésa, y sin más aspavientos que ser un funcionario de la Unesco, y “la niña mala”, una niña de origen humilde, también peruana pero de barrio pobre, capaz de cualquier cosa con tal de llegar a rica. Dos vidas absolutamente diferentes y que la maestría del señor Vargas Llosa entremezcla con los diferentes escenarios que a él parecen haberle marcado.

Como reconoce en una entrevista al final de la edición (absolutamente prescindible desde mi punto de vista), los escenarios en los que transcurren los casi sesenta años de novela son autobiográficos. El París de los revolucionarios, la degradación continuada del Perú, la moda hippy en Londres y la transición española en Madrid. Cuatro escenarios principales, entre los que destacan el Perú y París, y en los que se superponen noches de insomnio, de esperas, de amarguras, cuernos y desaires, mezclados con ternura, promesas de amor eterno y gratitudes mal pagadas.

Una obra en la que el protagonista principal, Ricardo, se podría enmarcar como el perfecto imbécil, un tipo pasivo y mediocre, y lo peor, sin ninguna intención de enmienda, que nos pone al día de la historia reciente de Perú a través de las cartas que recibe de su tío Ataúlfo. El nacimiento del MIR, la última dictadura militar, las decepciones continuas de los presidentes, la creación de Sendero Luminoso, y el empobrecimiento sin fin del país. Escenarios que conozco en primera persona y que imaginaba en las letras del autor con esplendores pasados.

Dice la contraportada “¿cuál es el verdadero rostro del amor?” (aunque para historia de amor con maýusculas El amor en los tiempos del Cólera, con razón y por lo del manifiesto...), y quizá sí se trate realmente de amor la novela, pero a mí me ha dejado varias noches desvelado por saber, no cuánto amaba Ricardo a “la niña mala”, sino hasta cuánto un hombre es capaz de soportar por su falta de autoestima, por su mediocridad. Hasta qué punto un hombre, o mujer, puede llegar a auto humillarse creyendo que lo hace por razones nobles, y no por pura estupidez o cobardía.

Sin duda la novela me ha encantado, me ha fascinado, me ha hecho pasar un rato extraordinario (que me pasará factura mañana en la mañana), y me ha reencontrado con un autor al que siempre he admirado, La ciudad y los perros, Conversación en la Catedral (que tantos comentarios negativos, incluso hirientes, han traído a este blog), La fiesta del Chivo, Lituma en los Andes, y ahora Travesuras de la niña mala.

Tengo ganas de arrancar con La tía Júlia y el escribidor, que dicen es, junto a Conversación en la Catedral, su mejor obra.

También me alegra haber vuelto a su obra, sin que ello le importe lo más mínimo a nadie más que a mí, por supuesto, porque todavía creo que podemos tener esperanzas en este mundo extraño en el que nos ha tocado vivir, y en el que el señor Mario Vargas Llosa es premio Nobel de Literatura, al mismo tiempo que político fracasado. Zapatero, a tus zapatos. Y esta figura literaria (espero que universal) hace zapatos de extrema belleza.

Resumen del libro (editorial)

¿Cuál es el verdadero rostro del amor? Ricardo ve cumplido, a una edad muy temprana, el sueño que en su Lima natal alimentó desde que tenía uso de razón: vivir en París. Pero el rencuentro con un amor de adolescencia lo cambiará todo. La joven, inconformista, aventurera, pragmática e inquieta, lo arrastrará fuera del pequeño mundo de sus ambiciones. Testigos de épocas convulsas y florecientes en ciudades como Londres, París, Tokio o Madrid, que aquí son mucho más que escenarios, ambos personajes verán sus vidas entrelazarse sin llegar a coincidir del todo. Sin embargo, esta danza de encuentros y desencuentros hará crecer la intensidad del relato página a página hasta propiciar una verdadera fusión del lector con el universo emocional de los protagonistas. Creando una admirable tensión entre lo cómico y lo trágico, Mario Vargas Llosa juega con la realidad y la ficción para liberar una historia en la que el amor se nos muestra indefinible, dueño de mil caras, como la niña mala. Pasión y distancia, azar y destino, dolor y disfrute... ¿Cuál es el verdadero rostro del amor?

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