Tres vidas de santos, Eduardo Mendoza



Ya he reconocido en varias ocasiones, y en varios artículos de comentario, que no me van demasiado los libros de cuentos. Por desgracia, y tras leer a uno de los mejores escritores contemporáneos en lengua española, sigo pensando lo mismo.

Me declaro fan absoluto, casi de quinceañera versus adolescente con micrófono, ante el señor Eduardo Mendoza, de quien tuve el placer de rescatar una firma en “Sin noticias de Gurb” en un Sant Jordi ya lejano.

La emoción de ver al autor de “La ciudad de los prodigios” o “El laberinto de las aceitunas” sentado en una silla de plástico ante una mesa vestida, con una sonrisa, pasando el mal trago de aguantar horas y horas de fans abyectos, me sobrecogió.

Recuerdo que apenas alcancé a decirle algo como “usted y Marsé son los dos mejores escritores en activo en lengua española”, o algo parecido (sigo pensándolo). Me sonrió y firmó un ejemplar de su novela, que guardo en casa, junto a un ejemplar firmado por Terenci Moix, con más cuidado que ninguno de mis otros bienes.

Así que decir que una obra del gran maestro Mendoza no me ha gustado, me parece demasiado atrevido. No me ha gustado uno de los cuentos, Tres vidas de santos está estructurado, como adivina ya su título, en tres cuentos. El primero lo encontré interesante, el segundo no me gustó nada, y el tercero es el que me ha salvado la edición.

Como decía, Tres vidas de santos, es en realidad una recopilación de tres cuentos, La ballena, El final de Dubslav y El malentendido. Tres cuentos que el propio autor reconoce haber escrito en épocas diferentes y que no considero correcto analizar en conjunto como si se tratarán de la misma obra.

La ballena. Sin duda este es el cuento que más me ha recordado a la cara cómica-sátira del señor Mendoza, sin llegar a ser un cuento divertido. Una familia barcelonesa de bien en plena dictadura que recoge en su casa a un obispo para la celebración del Congreso Eucarístico de mayo del 52. Con la esperanza de acoger en su hogar a una celebridad, lo que llega a la familia de la matriarcal tía Conchita es un obispo latinoamericano, de un país que nadie sabe ni siquiera ubicar en el mapa, sin peso eclesiástico, político o social. Un obispo que por circunstancias pierde al poco su jerarquía, su nacionalidad y hasta su personalidad. En las carnes inocentes del obispo Cachimba escribe el señor Mendoza una buena historia sobre la Barcelona de los cincuenta. Exenta de carga política, se centra en la estructura social de aquel momento histórico, bien descrita por la mano experta del autor. Quizá la historia no daba para más que un cuento…

El final de Dubslav. Lamento incluso la opinión que tengo de este cuento, pero no me ha gustado. Para mí encarna todo lo que no me gusta de un cuento. Demasiado breve, y demasiado fantasioso. Parece como si para que un cuento fuera bueno tuviera que basarse en hechos surrealistas, como si las historias que se novelan no fueran dignas de condensarse y caber en un cuento. Es como si los cuentos tuvieran licencia para sucesos extraños y las novelas no. Y tan extraños se quieren hacer que pasan al otro extremo, a la precariedad narrativa, a la seguridad de que de todos los giros posibles, el cuento va a tomar el más extraño. Eso me ha pasado con El final de Dubslav, surrealista, no creíble y lo que la propia contraportada del libro relata como “final impresionante”, previsible.

El malentendido. Para mí ha sido el cuento que más me ha gustado. Demasiado concentrado, como un jugo de fruta ácida al que le falta agua para hacerlo más agradable, pero que por lo menos tiene gusto y personalidad. Un cuento más hacia Monzó que hacia Poe (sin tener en cuenta los estilos de ambos, claro). Una historia posible, bien argumentada, bien cimentada en una realidad desde la que construir un relato. Sin premoniciones de cuento, hechos insólitos, o giros surrealistas. El malentendido es una novela que se ha quedado corta, con un personaje principal, Antolín Cabrales el “Poca Chicha”, extraordinario. El típico ratero, delincuentillo de ciudad, que encuentra en la cárcel un motivo para cambiar su vida sin cambiarse él. El protagonista relatado desde la mejor actriz secundaria. Un personaje que según dice también la contraportada del libro es el alter ego serio del protagonista de la saga iniciada con El laberinto de las aceitunas, una idea romántica que comparto plenamente. Si este cuento valió aunque fuera para la creación del protagonista de esos tres libros, hinco la rodilla en tierra y beso por donde pisara el Poca Chicha.

Resumen del libro (editorial)

De extensión y ambientación muy diversa, los tres relatos que comprenden este volumen guardan en su temática un rasgo común. En ellos hay personajes que podrían calificarse de santos: no son mártires ni anacoretas, no inspiran devoción,pero son santos en la medida en que están dispuestos a renunciar a todo por una idea, que cultivan sus obsesiones en su relación con los demás; pueden ser considerados locos o genios, pero siempre transitan las zonas más oscuras del espíritu.

«La ballena» es el relato más cercano a las crónicas barcelonesas que han hecho célebre a Eduardo Mendoza, y se inicia en el Congreso Eucarístico de 1952; «El final de Dubslav», la más dramática y de más insólita ambientación geográfica –África–, es una narración de rotunda intensidad con un final impresionante; y por último, «El malentendido» es una profunda reflexión sobre la creación literaria y el difícil diálogo entre clases sociales, además de una variación seria del personaje del lumpen que inspira al detective sin nombre de El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y La aventura del tocador de señoras.

Hay en Eduardo Mendoza dos facetas como narrador: una paródica, y otra perfectamente seria, siempre con detalles irónicos o claramente humorísticos. Tres vidas de santos surge de esta última, ya que aquí Mendoza se expresa con voz parecida a la de sus relatos paródicos, pero invirtiendo la proporción entre broma y gravedad. Quien busque en este libro la inconfundible y personalísima voz de Eduardo Mendoza la hallará junto con su sensata capacidad de reflexión, su ternura y alguna sonrisa.

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