Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll

Hace mucho tiempo que quería leer este cuento, hasta que por fin, tras múltiples posposiciones, he tenido el placer de degustar la obra en un lector de libros electrónicos, convirtiéndose así “Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas” en el primer libro que leo en este formato.

No entraré a valorar ahora el libro electrónico, que sin duda tiene cientos de ventajas sobre el impreso, además de que mi última novela ha salido primero en este formato digital, pero sí reconozco que la complicidad que se da entre un libro y el lector no se da en absoluto entre una máquina (perfecta) y el mismo lector. No por lo menos en mi caso.

Volviendo al cuento del señor Carroll lo que más me ha fascinado es la fecha en que este señor lo escribió, 1865, supongo que tras una buena dosis de algún vino caro..., y la fantasía que derrocha en él. Existen cientos de adaptaciones, películas, obras de teatro, etcétera, pero nunca me había acercado hasta las páginas escritas donde esperaba encontrar algo que no conociera, como me ha ocurrido siempre con estos clásicos.

Por desgracia las adaptaciones cinematográficas que he visto eran bastante exactas y el cuento ha estado carente de sorpresa, algo fundamental en un escrito tan surrealista como éste, pero sí me gustaría destacar un capítulo que me ha parecido extraordinario, la merienda de locos con Alicia, el Sombrerero, la Liebre de Marzo y el Lirón, ¡fabuloso!

Creo que Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas es un cuento magnífico para exacerbar la imaginación de los niños antes de acostarse, sin embargo, como lectura adulta, por mucho que he leído que es un libro iniciático, y otras barbaridades parecidas, aburre un poco.

A lo peor (y ojalá que no) es que ya voy dejando de ser niño…

Resumen del libro (editorial)

Alicia en el País de las Maravillas, clásico imprescindible tanto para niños como para adultos, en una completa versión digital. La historia nos introduce en un mundo subterráneo, anárquico y maravilloso. Abundan los personajes insólitos, los juegos de lógica, los dobles sentidos en las palabras empleadas y las situaciones absurdas. Todo ello sirve para lograr el efecto literario que bien supo apreciar Virginia Woolf: "Sus obras no son libros para niños: son las únicas que nos convierten en niños".

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