El guardián invisible, Dolores Redondo

Hacía tiempo que una historia no me atrapaba con tanta fuerza desde las primeras letras, y no hablo de una captura con el lazo ladino de la calidad de las primeras estrofas de la canción, como me ocurrió con las novelas de Rafael R. Costa, García Márquez u otros, sino porque con apenas cuatro líneas sabes que te estás metiendo un lío y que lo vas a disfrutar.

Desconozco qué mecanismo se activa en la mente del lector para tener esos sentimientos con tanta antelación, si es el ánimo del propio lector, la forma en que se han escrito estas primeras frases, o qué, no lo sé, la verdad, pero sí sé que apenas tuve conocimiento de la muerte de Anihoa Elizasu, “la segunda víctima del basajaun, aunque entonces la prensa no lo llamaba así”, supe que lo iba a pasar en grande.

Me llegó la existencia de esta novela por una entrevista de radio a la autora, Dolores Redondo, con motivo de la aparición en el mercado del último volumen de lo que ha llamado “La trilogía del Baztán”, un boom literario en España y otros países, y del cual me he enterado cuando ya está a punto de finalizar. Pero como bien dice aquel refrán español, nunca es tarde cuando la dicha es buena, y en este caso la dicha no solo no es buena, sino que es excelente.

La novela me ha recordado en algunas fases a las letras de María Dueñas y su El tiempo entre costuras, si bien ambas novelas no guardan ninguna relación. Lo cierto es que me ha parecido una extraña mezcla de El tiempo entre costuras y Los hombres que no amaban a las mujeres. La novela, y primer volumen de la trilogía, El guardián invisible, es una novela negra-rural, me atrevería a calificarla así (desconozco si ya existe esta categoría literaria), y narra una serie de asesinatos en una pequeña localidad navarra del interior. Al estilo de la novela negra sueca, pero en vasco, lo que para mí, y debido a la cercanía cultural, me ha ayudado a entrar mucho más en la historia y en las mentes de sus personajes.

El protagonista principal es una mujer, Amaia Salazar, inspectora de la sección de homicidios de la Policía Foral Navarra. Para los que no estén muy al día de la composición político-administrativa de España, vale señalar que Navarra es una comunidad con un régimen de administración gubernamental propio que incluye, entre otros, su propia policía, o lo que es lo mismo, la Policía Foral sería el equivalente a una policía nacional. Decía que la protagonista es una mujer inspectora que se encuentra con una sucesión de asesinatos en serie que se producen en su pueblo, Elizondo, del que había huido en su juventud por motivos personales, y a los que ahora, al regresar obligada por su trabajo, se ha de enfrentar junto a las complicaciones propias de una investigación tan compleja.

Nada que decir en cuanto a la novela, y mucho menos desvelar tramas o contenidos que afectaran al lector que todavía no se haya acercado hasta las letras de la señora Redondo, pero si tuviera que destacar algo que no me ha gustado demasiado diría que la resolución no me ha parecido a la altura de las expectativas creadas, ni por la complejidad de los personajes, del lugar descrito, e incluso de la propia trama. Todo muy bien labrado, tejido y cuidado hasta el detalle último para que en las pocas páginas finales se desenrede con tanta facilidad. Es como si la autora se hubiera cansado de crear trama y situaciones y hubiera decidido matarlo todo de un plumazo. Creo que le ha faltado consistencia al razonamiento final por el que la inspectora descubre el caso…, y como decía la queridísima Mayra Gómez Kemp en aquel concurso Un, dos, tres… responda otra vez, hasta aquí puedo leer.

He visto también que en algunos foros critican la falta de calidad literaria de la novela. Con toda sinceridad, yo no he notado esta falla. Es evidente que la autora no pretende ganar unos juegos florales, pero es que tampoco habría casado con la historia un lenguaje más poético, complejo, o incluso más rico (que ya el utilizado me parece en extremo rico de folklore vasco y navarro). La novela caza al lector con otras armas, la trama, el misterio, lo paranormal, las tradiciones, la fuerza de sus personajes, y la descripción de los lugares, otro personaje principal que la autora utiliza con maestría en la historia.

Para ser honestos, la novela me ha encantado. La he leído en pocos días hasta altas horas de la madrugada y he soñado con sus personajes, con sus angustias, sus crímenes y sus miedos implícitos entre las líneas de mi Kindle. Desde aquí quiero aprovechar para agradecer a la autora, la señora Dolores Redondo, por las muchas horas que me ha robado de sueño y por el estado catatónico en el que me he encontrado estos días gracias a ella.

Resumen del libro (editorial)

«Ainhoa Elizasu fue la segunda víctima del basajaun, aunque entonces la prensa todavía no lo llamaba así. Fue un poco más tarde cuando trascendió que alrededor de los cadáveres aparecían pelos de animal, restos de piel y rastros dudosamente humanos, unidos a una especie de fúnebre ceremonia de purificación. Una fuerza maligna, telúrica y ancestral parecía haber marcado los cuerpos de aquellas casi niñas con la ropa rasgada, el vello púbico rasurado y las manos dispuestas en actitud virginal.» En los márgenes del río Baztán, en el valle de Navarra, aparece el cuerpo desnudo de una adolescente en unas circunstancias que lo ponen en relación con un asesinato ocurrido en los alrededores un mes atrás. La inspectora de la sección de homicidios de la Policía Foral, Amaia Salazar, será la encargada de dirigir una investigación que la llevará devuelta a Elizondo, una pequeña población de donde es originaria y de la que ha tratado de huir toda su vida. Enfrentada con las cada vez más complicadas derivaciones del caso y con sus propios fantasmas familiares, la investigación de Amaia es una carrera contrarreloj para dar con un asesino que puede mostrar el rostro más aterrador de una realidad brutal al tiempo que convocar a los seres más inquietantes de las leyendas del Norte.