Muerte de un viajante, Arthur Miller



Acaba de morir Willy Loman, por millonésima vez ha muerto el viajante.

He cerrado la última página de la obra de teatro y un sentimiento de angustia y pena anda pegado a mi persona. No sólo por la tristeza de la obra, sino por haber consumido una pieza de tan extraordinaria factura en tan poco tiempo y en un momento demasiado tardío. ¿Cómo no leí hace mil años esta magnífica obra de teatro? ¿Por qué no fui nunca a verla en las mil veces que la interpretaron en Barcelona?

Esa angustia ahora tendrá que convivir con la tristeza que genera seguir la decadencia de cualquier persona. Ver el fracaso de otro con tanta claridad como el señor Miller lo describió hace más de sesenta años conmueve al más frío.

Es ésta una obra tan manida, tan comentada, tan representada, tan estudiada que cualquier anotación que yo haga será, además de repetida, seguramente innecesaria.

Sólo me gustaría señalar la grandeza de la escritura del señor Miller, como detalla los personajes, como les arrastra (y a nosotros con ellos) hasta el único desenlace final de catástrofe. Como un tren que arranca despacio, chirriando entre anuncios de partida por encima de las vías, nos envuelve y nos hace subir en él a pesar de tener claro que vamos a descarrilar.

Como en "Crónica de una muerte anunciada", el título ya nos indica que vamos a encontrar, y aún así subimos, nos metemos en los zapatos límpios de Willy Loman y vamos descendiendo con él hasta los infiernos de la realidad.

Una obra de teatro llena de realismo, de verdad, de mentiras, de frustración, de ejemplo para un momento como el que vivimos en la actualidad. La bajada a la tierra de manos de la familia Logan y de quien construyó todo su imperio en base a la mentira, a lo que pensaba que era la vida ejemplar, la felicidad tal y como le habían explicado que había que conseguirla. Creer que era un gran vendedor como nosotros creemos que somos ricos, mientras su deuda moral crecía, y nuestras hipotecas se nos comen vivos.

Mención especial para Biff Loman.

Una obra extraordinaria, no en vano lleva más de medio siglo representándose, y tengo la sensación de que pasarán muchos años más en los que su trama seguirá tan vigente como las deudas de la clase media.

Resumen del libro (editorial)

Quizá algo que nadie puede negarle a Arthur Miller es haber sido una de las grandes voces críticas del siglo XX, de los pocos que han sido consecuentes con la idea de que el teatro debe ser un lugar desde el que se renuevan y azotan conciencias y se analiza la manera en que vivimos. Pero Miller nunca recurre a sermones y convierte siempre la “percepción moral” en forma dramática a través de personajes claramente individualizados. Testigo de excepción de hechos importantes del siglo XX, la Gran Depresión de los años 30, la II Guerra Mundial, la Guerra Fría, el maccarthysmo, la guerra del Vietnam, el derrumbe del comunismo e incluso la caída de las Torres Gemelas, sobre todos ellos ha expresado su punto de vista desde la creación dramática o desde sus escritos teóricos o periodísticos. La muerte de un viajante, premio Pullitzer en 1949, esta unánimemente considerada la obra cumbre de Arthur Miller. La fuerza de la historia reside tanto en lo que cuenta como en la manera de contarlo. La obra nos relata las últimas veinticuatro horas en la vida de un viajante de sesenta y tres años llamado Willy Loman, con un magistral retrato de unos personajes que, siendo portavoces de una época, son por encima de todo únicos y singulares, en una atmósfera onírica, inquietante y emotiva.

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