Las leyes de la Frontera, Javier Cercas
Se me hace cuesta arriba comentar esta novela sin recrear mi adolescencia. Para los que hemos vivido en Catalunya, o en el resto de España, desde hace ya varias décadas, la figura que el señor Cercas nos presenta como Zarco tiene cara de Vaquilla, aquel delincuente juvenil protagonista de la saga de películas infumables, y que todos vimos en su momento, Perros Callejeros. Ese héroe que cabalgaba Seats124 con su inseparable Torete y hacían las delicias del público adolescente mientras atracaban sucursales de bancos como si fueran un divertimento como cualquier otro.
Ese impresentable que Javier Cercas ha retratado como si lo conociera toda la vida, aquel maldito hijo de la gran puta que asesinó, en una de sus últimas fugas, a un empleado de la Caixa de Terrassa en unas navidades de los años ochenta y tantos.
Ésa es la novela que el señor Cercas nos propone, un acercamiento magistral desde la biografía de un Vaquilla, el Zarco, a Girona, y por ende al resto del país. Una radiografía desde finales de los setenta hasta entrados al siglo XXI, de las transformaciones urbanísticas y sociales, y de todos lo cambios que hemos vivido los que ya contamos con edad suficiente para haber gozado de todas esas décadas.
Al estilo de las otras dos novelas que he tenido la fortuna de leer de este autor, Soldados de Salamina y La velocidad de la luz, en ésta también escribe como si se tratara más de un relato periodístico autobiográfico que de una obra de ficción, lo que confiere a la novela una veracidad alejada de todo artificio, algo del todo necesario para conseguir el efecto que busca el autor, un retrato fiel de aquellos años y de aquellas gentes.
Dividida en dos partes, una que narra los orígenes del mito, y otra en que se explica la caída del mismo, la novela tiene un protagonista paralelo a la vida del Zarco con el que no he podido dejar de identificarme, sin llegar a sus logros, que es el del Gafitas, un adolescente de clase trabajadora que se involucra con los quinquis, entonces se llamaban así, por el simple hecho de acercarse a una chica. Algo que reconozco me espantó en las primeras páginas porque parecía leer una biografía muy conocida.
Ignoro qué efecto pueda tener esta novela en los lectores que desconozcan la historia reciente de Catalunya y España, si serán capaces de identificar y degustar todos los sabores agrios con que nos deleita el señor Cercas, confío en que sí, pero para los que partimos de la década de los sesenta o setentas, esta novela debería ser de obligada lectura. Una forma transparente de recordar de qué polvos proceden nuestros actuales lodos. Ese progresismo mal entendido que tanto daño nos ha hecho, la recalificación urbanística con sus logros y sus vergüenzas, la entrada de los gobiernos autonómicos, de las leyes de reinserción, del derecho y, en resumen, del origen de nuestras canas para aquellos afortunados que las tengan.
Sin duda una novela magistral, no podía ser menos viniendo de quien viene, que no nos dejará demasiado buen gusto de boca, pero que no podemos ignorar.
En el verano de 1978, cuando España no ha salido aún del franquismo y no termina de entrar en la democracia y las fronteras sociales y morales parecen más porosas que nunca, un adolescente llamado Ignacio Cañas conoce por casualidad al Zarco y a Tere, dos delincuentes de su edad, y ese encuentro cambiará para siempre su vida. Treinta años más tarde, un escritor recibe el encargo de escribir un libro sobre el Zarco, convertido para entonces en un mito de la delincuencia juvenil de la Transición, pero lo que el escritor acaba encontrando no es la verdad concreta del Zarco, sino una verdad imprevista y universal, que nos atañe a todos. Así, a través de un relato que no concede un instante de tregua, escondiendo su extraordinaria complejidad bajo una superficie transparente, la novela se convierte en una apasionada pesquisa sobre los límites de nuestra libertad, sobre las motivaciones inescrutables de nuestros actos y sobre la naturaleza inasible de la verdad. También confirma a Javier Cercas como una de las figuras indispensables de la narrativa europea contemporánea.
Estoy terminando de leer esta novela. Sólido e impactante estudio sociológico y crónica histórica de 3 décadas, 1970, 1980 y 1990, a través del testimonio de un ex delincuente que llegó a ser abogado, de un policía que llegó a ser inspector y del director de una cárcel. El primero fue muy cercano al jefe de la banda de delincuentes y los otros dos conocieron muy bien a este líder. La novela cruza todo este espacio de tiempo. Es un diagnóstico profundo de las enfermedades que aquejan a una sociedad cuando su construcción ha estado al margen del Amor que es la Gracia Divina. Cuando se edifica sin este ingrediente el resultado es: desarraigo, incapacidad de constituir lazos afectivos, falta de sentido de familia, un tránsito por la vida sin metas positivas, vivir al día usufructuando del daño a los demás (delincuencia), existencia carente de condiciones aceptables (hacinamiento, promiscuidad, falta de higiene y salubridad adecuadas, enfermedades graves como alcoholismo, drogadicción, sida, entre otras).
ResponEliminaRousseau plantea que "el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe". Es Verdad. La humanidad conlleva una tendencia atávica al mal y cuando no la controla genera una sociedad carente de AMOR y otros valores; Solidaridad, Generosidad, Nobleza, Conciencia Social, entre muchos atributos positivos que engrandecen a quienes los poseen y demuestran.
El resentimiento social, la falta de empatía con los otros, la incapacidad de conectarse a la vida constructiva y otras tantas debilidades que padece la humanidad, son las fuentes de la ambición desmedida de poder y riqueza, del arribismo social, de la soberbia, del pretender igualarse a DIOS.
Esto ha conducido a la humanidad a las infinitas guerras que han acontecido a través de su historia y que han destruido formas de vida y aportes culturales de altísimo valor.
"El Amor es el más hermoso de todos los inmortales". Nuestra inteligencia es tan limitada que no alcanzamos a asimilar - y menos a llevar a la práctica - la profundidad de este pensamiento.
En la novela Ignacio Cañas, el Gafitas, vivió el amor; procedía de un entorno familiar bien constituido, tenía el afecto en sus genes aunque su adolescencia no fue precisamente un modelo de buenas relaciones con sus padres y hermana.
Antonio Gamallo, alias el Zarco, como asimismo Tere, procedían de un entorno familiar complejo, disfuncional, sin relaciones sólidas que constituyeran su base. Por lo tanto, no portaban la carga de afectividad necesaria para entablar lazos positivos con sus congéneres. No digamos que no tenían sentimientos porque ello no es real, pero éstos carecían de una estructura sólida que les diera un carácter permanente. La solidaridad se expresaba en el grupo delictivo, para cometer ilícitos y lo que quedaba eran las reuniones diarias en un sitio y hora acordados. Éstas eran para planificar el trabajo que se haría. De ningún modo incluían el afecto sano, el verdadero afecto.
Otra conclusión es que las dictaduras de larga duración como la española y otras de menor duración que conocemos en el resto del mundo, NO dejan un buen saldo social. Incertidumbre, desamparo, desorientación, pesimismo, resentimiento, angustia, desigualdad, Desamor, confrontación, conflictos variados, etc. , son su legado.