La última Cripta, Fernando Gamboa


Me ha ocurrido algo muy curioso con esta novela, y es que por muchos momentos me parecía estar leyéndome a mí mismo. Sé que es una falta de humildad tremenda, pero es la realidad. La lectura de La última cripta, del señor Gamboa, me ha recordado mucho a mi novela El péndulo de Dios, y no porque toquen temas parecidos, que no, aunque los dos protagonistas se llaman casi igual, sino por el estilo, por la aventura, por cómo relata el autor. Es decir, Fernando Gamboa escribe como yo, bueno, como a mí me gustaría, pero bien.

Decía que me ha recordado a mis propias letras por varios motivos del que me gustaría rescatar uno en particular.

La última cripta es, sobre todo, una gran aventura que comienza con la frase de Joseph Conrad “Creí que era una aventura, y en realidad era la vida”,  para advertir al lector de lo que se va a encontrar, una búsqueda incesante, trepidante, angustiosa y adictiva que te mantiene enganchado como un mosquito al parabrisas de un coche a la mayor parte de sus letras. Y es en esta aventura donde quisiera detenerme un segundo. Dice la sinopsis de la novela que su personaje principal, Ulises Vidal, encuentra, hundida en la costa hondureña, una campana de bronce de origen templario un siglo más antigua a la fecha en que Cristóbal Colón descubrió América. Espoleado por la curiosidad y el ansia de aventura, emprende, junto a un historiador medieval y una audaz arqueóloga mexicana, la búsqueda del mítico tesoro templario que parece anticipar la campana, lo que los lleva a recorrer Barcelona, el desierto de Mali, las profundidades del Caribe y la selva mexicana…, y aquí haremos la pausa. 

Hace unos días leí una reflexión que me dejó pensativo, y que me viene muy bien para comentar esta novela, esta aventura. Decía esa reflexión que los libros cada vez se parecen más entre ellos porque los autores se documentan en las mismas fuentes, que consultan, o consultamos, la wiquipedia, documentales, y todas las herramientas que Internet y la tecnología ha puesto a nuestro alcance, pero que son las mismas para todos, en lugar de documentarse por las experiencias vividas en primera persona. Sinceramente, coincido bastante con esta reflexión, y me ha alegrado que el señor Fernando Gamboa, o su alter ego Ulises Vidal, escriba de lo que ha vivido. Yo he tenido, en mi vida, la infinita fortuna de haber conocido el desierto, la selva, el mar y también Barcelona, y solo alguien que ha mamado esos lugares puede detallarlos como lo ha hecho Gamboa. Cuando este señor habla de submarinismo, es porque es submarinista, habla del desierto, y ha estado allí, ha cruzado fronteras entre países de dudosa legalidad y por eso puede narrar las peripecias de sus personajes al cruzar esas mismas fronteras.  Ha dormido en la selva, ha corrido por ella, ha pasado noches en un chinchorro, y se ha quemado con el sol, le han picado los mosquitos, ha bregado con autoridades indignas, no sé si de verdad ha ido o no tras el tesoro templario, pero sí estoy convencido de que ha hecho la ruta. Y ese creo que ese uno de los más grandes éxitos de la novela, la honestidad del narrador.

En otro escalón quedan los diálogos, y en especial los del protagonista, que me han parecido lo peor de su prosa, y tengo la sensación de que es así porque cuando narra lo que vive el protagonista, Ulises Vidal, el autor está rememorando sus propias vivencias, mientras que cuando se separa y lo convierte en personaje que habla, se transforma en una especie de caricatura que no me ha acabado de convencer y que desmerece con sus palabras lo que realiza con sus hechos, si bien también es justo resaltar que esta es la primera novela del autor.

La última cripta se promociona como una novela de aventuras con la intriga de El código da Vinci y la acción de Indiana Jones,  y debo decir que estoy muy de acuerdo con esta aseveración. Yo, que soy un friqui de ambos, me lo he pasado en grande corriendo tras las peripecias de Ulises Vidal, el profesor Eduardo Castillo y la arqueóloga Cassandra Brooks. Huyendo de los malos, persiguiendo ideales, desentramando pistas, algunas de ellas un poco forzadas, la verdad, pero ésta no es una novela para analizar, es una aventura para disfrutar, y en eso el autor merece un diez.

He hecho el comentario al principio de esta nota de que Gamboa escribe como a mí me gustaría escribir, y es cierto, porque el autor tiene el don del ritmo, de la velocidad narrativa, del dominio del pegamento que deja enganchado al lector a la historia. Sin giros, sin prosa edulcorada, sin adornos literarios, cuando hay una cueva, hay una cueva y no un bostezo de la tierra. Pocos pensamientos, pero directos, diálogos más bien cortos, aunque pobres cuando los ejecuta el protagonista, bajo mi punto de vista, descripciones precisas, sin florituras, y sensaciones cortadas a filo de navaja. Un coctel explosivo que ha generado el éxito brutal de esta novela.

Sin duda, quien sea más del género de novelas que podríamos denominar “literarias”, no encontrará en La última cripta demasiado placer, la verdad, pero aquel que ha crecido con La guerra de las galaxias, con las aventuras de Indiana Jones, las inmersiones maravillosas desde la cubierta del Calypso, luchado a punta de espada con el capitán Alatriste, que se ha empapado en las letras de los bestsellers de aventuras y acción, que ha visto todos los programas de conspiraciones posibles a las tantas de la madrugada, y que sueñe con vivir como Miguel de la Cuadra Salcedo, en paz descanse, le aconsejo que lea esta novela con un babero para no manchar de baba sus páginas o cortocircuitar el Kindle.

Resumen del libro (editorial)

Una novela de aventuras con la intriga de El Código da Vinci y la acción de Indiana Jones.

Una novela de aventuras en la mejor tradición de Alberto Vázquez-Figueroa y Arturo Pérez-Reverte.

Mucha intriga y mucha acción de la mano de un autor que ya cuenta con más de doscientos mil lectores en todo el mundo.

Enterrada bajo un arrecife de la costa hondureña, el submarinista Ulises Vidal encuentra una campana de bronce del siglo XIV de origen templario, hundida allí más de un siglo antes del descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón. Espoleado por la curiosidad y el ansia de aventura, emprenderá, junto a un historiador medieval y una audaz arqueóloga mexicana, la búsqueda del mítico tesoro de la Orden del Temple.

Juntos recorrerán Barcelona, el desierto de Mali, las profundidades del Caribe y la selva mexicana, enfrentándose a un sinfín de enigmas y peligros. Pero esa búsqueda del tesoro acabará enfrentándolos a un misterio mucho más trascendente de lo que ninguno de ellos esperaba. Un secreto silenciado durante siglos que podría transformar la historia del hombre y la forma en que este se comprende a sí mismo y al Universo.

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